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viernes, 12 de marzo de 2010

Memorias de un feo

Era tan feo que cuando nací, el doctor me dio la cachetada en la cara.
Era tan feo, que cuando nací no lloré yo ¡lloró el doctor, mi papá y mi mamá!
El doctor fue a la sala de espera y le dijo a mi padre "Hicimos lo que pudimos... pero nació vivo".
Mi mamá no sabía si quedarse conmigo o con la placenta.

Como era prematuro me metieron en una incubadora... con vidrios polarizados.
Mi madre nunca me dio pecho, me daba la espalda.
Es por eso que debo haber quedado petiso, tan petiso que en lugar de ser enano, soy profundo.

Yo siempre fui muy peludo. A mi madre siempre le preguntaban:
"Señora, a su hijo ¿lo parió o lo tejió?"

Mi padre llevaba en su billetera la foto del niño que venía cuando la compró.

Pronto me di cuenta que mis padres me odiaban, pues mis juguetes para la bañera eran un radio y un tostador eléctrico.
Era tan feo que cuando jugaba al escondite nadie me buscaba.

Una vez me perdí. Le pregunte al policía si creía que íbamos a encontrar a mis padres.

Me contesto: "No lo sé; hay un montón de lugares donde se pudieron haber escondido". Era tan feo que me exhibían en una feria por teléfono.
Era tan feo que hacía llorar a las cebollas.

Y para colmo era muy flaco, tan flaco que un día metí los dedos en el enchufe y la electricidad erró la patada.

Era realmente flaco: para hacer sombra tenía que pasar dos veces por el mismo lugar. Tan flaco que el único trabajo que me ofrecían era para limpiar mangueras..... .... por dentro.

Pero mi problema no era ser tan flaco sino ser FEO.

Mis padres tenían que atarme un trozo de carne al cuello para que el perro jugara conmigo.

Sí, amigos, yo soy FEO, tan FEO que una vez me atropelló un auto y quedé mejor.
Soy tan feo que un día tiré un boomerang y éste no regresó nunca mas.

Cuando me secuestraron, los secuestradores mandaron un dedo mío a mis padres para pedir recompensa.
Mi madre les contestó que quería más pruebas.

Tuve que trabajar desde chico.

Trabajé en una veterinaria y la gente no paraba de preguntar cuánto costaba yo.

Un día llamó una chica a mi casa diciéndome: "Ven a mi casa que no hay nadie". Cuando llegué no había nadie.

El psiquiatra me dijo un día que yo estaba loco. Yo le dije que quería escuchar una segunda opinión. "De acuerdo, además de loco es usted muy feo", me dijo.

Una vez cuando me iba a suicidar tirándome desde la terraza de un edificio de 50 pisos, mandaron a un cura a darme unas palabras de aliento. Sólo dijo: "En sus marcas, listos..."

El último deseo de mi padre antes de morir era que me sentara en sus piernas. Lo habían condenado a la silla eléctrica...

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